Desde la década de 1990 el Perú, y casi todos los países de la región, iniciaron procesos de reforma educativa donde la piedra angular fue el cambio curricular. Fue así que haciendo eco de constructo teórico de “competencias” que ya regía hacía algún tiempo en la formación laboral de adultos, algunos países europeos comenzaron a extrapolar esta noción al proceso educativo escolar.
Pero, ¿qué significa un currículo por competencias y por qué lo abordamos ahora que deberíamos estar tocando el tema educativo desde la perspectiva de cada candidato presidencial? Porque en un programa de gobierno presentado en esta campaña electoral se alude a que “la falta de claridad curricular” es uno de los problemas que influyes negativamente en los logros educativos.
Como sabemos, la competencia a nivel legal es la atribución jurídica otorgada a ciertos órganos del Estado. En el campo económico, competencia significa la concurrencia de oferentes diversos en un mercado. En el terreno deportivo competencia es lo mismo que una lid. Pero cuando hablamos de un profesional altamente capacitado para las labores que se le encargan, decimos de él que “es un persona competente”. Es decir, capaz de hacer algo.
Es justamente el “saber hacer” al que alude el denominado “currículo por competencias”. La competencia, entonces, es una forma de expresar una suerte de “estado final” de los resultados del proceso educativo en términos de lo que es capaz de hacer el alumno. Este nuevo enfoque adoptado por lo menos en el discurso oficial de los sucesivos gobiernos desde la década de 1990 trajo algo o mucha confusión en el plantel docente. Es cierto.
No es extraño que los documentos posteriores elaborados por el Ministerio de Educación para la mejor comprensión y aplicación del currículo por competencias haya tenido un efecto bumerán y haya generado una especie de confusión y hasta resistencia en sectores docentes que al final han quedado evidenciados con el anuncio hecho por un candidato presidencial de que los retiraría en caso de ser mandatario.
Precisamente las rutas de Aprendizaje y los Mapas de Progreso del programa de gobierno en referencia –algunos de los cuales me parecen pulcramente redactados – deberían ser retirados porque se los acusa de oscurecer el proceso educativo. A la letra el plan de gobierno dice:
“En la educación básica nos encontramos con una serie de problemas que influyen negativamente en los logros educativos. Uno de los más importantes es la falta de claridad curricular. La aparición de instrumentos auxiliares como los Mapas de Progreso de parte del Instituto Peruano de Evaluación, Acreditación y Certificación de la Calidad de la Educación Básica, de las Rutas de Aprendizaje; y del Nuevo Marco Curricular de parte del Minedu lejos de mejorar la organización curricular y la aplicación de los contenidos de enseñanza han creado una gran confusión”.
El problema es que este tema no ha podido ser interiorizado adecuadamente aún tras largos y costosos procesos nacionales de capacitación docente. Las consultoras, por supuesto, han hecho su agosto y eso no tendría por qué ser malo; sin embargo, han desviado nuestra atención. ¿Qué si estoy de acuerdo con el currículo por competencias? Claro que sí. Después de todo favorece el enfoque multidisciplinario.
Importan también los medios, y estos decididamente deberían incluir natural y espontáneamente a la concurrencia de las capacidades de diversas áreas curriculares. Es esta la ayuda que precisa el docente. Y en este tema la tecnología brinda una oportunidad incomparable.
Mario Bunge, al resaltar la estrecha asociación e interdependencia de la ciencia y la tecnología, expresa que cuando la ciencia “se la aplica al mejoramiento de nuestro medio natural y artificial”, o “a la invención y manufactura de bienes materiales y culturales”, se convierte entonces en tecnología.
La tecnología, continúa Bunge, “no es meramente el resultado de aplicar el conocimiento científico existente a los casos prácticos: la tecnología viva importante (…) Por eso la tecnología es fuente de conocimientos nuevos”, Así lo han entendido muchas naciones disímiles. Desde Bolivia, que incluyó tempranamente el área de tecnología y conocimiento práctico en educación primaria, hasta los Estados Unidos que hoy vienen extendiendo decididamente el enfoque multidisciplinar STEM, que es un acrónimo que en inglés significa ciencia, tecnología, ingeniería y matemática.
Al programa curricular peruano le falta visión y ambición. Pero de allí a propugnar su eliminación como algunos lo plantean resulta un absurdo.