Actualmente, el litio es un elemento crucial para la fabricación de baterías que alimentan los teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, vehículos eléctricos, entre otros; derivando de allí su reciente importancia económica y geopolítica, en el marco de la transición mundial hacia las energías limpias y la electromovilidad, que coloca al litio como un recurso estratégico para el desarrollo industrial de los países.
Su demanda ha crecido fuertemente, pero su oferta es limitada, por lo cual su precio ha tenido un enorme aumento. Los precios de este mineral no se cotizan en Bolsa, sino entre productores y el consumidor final.
La mayor demanda es de carbonato de litio, principal componente de las baterías de los autos eléctricos y celulares. Su precio aumentó de 9,000 dólares por tonelada en el 2020 a 82,000 dólares a fines de 2022. Y se espera que se mantenga por encima de 78 mil dólares durante la primera mitad de 2023, y se estabilice en cerca de 60,000 dólares por tonelada en 2024, a diferencia del cobre, que, en su valor más alto, ha llegado a 9,000 dólares por tonelada.
La demanda de litio proviene mayormente de China, Corea, Japón, EE.UU., Alemania, Gran Bretaña, Bélgica y Francia; mientras que la producción se concentra en Australia, Chile, China y Argentina. La explotación mundial de litio en 2022 fue de 134 mil toneladas, 41% más que el año anterior, según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). La producción mundial de litio aumentaría en 500% para el 2050, como parte de la transición energética global.
En la actualidad, las dos fuentes más importantes de extracción del litio son las rocas pegmatíticas (26%) y los salares de cuenca cerrada (58%); también existen fuentes menores como las arcillas (7%), y las salmueras hidrocarburíferas (3%).
El gran valor del litio no se encuentra en su extracción y exportación como mineral, sino en el valor agregado de una cadena completa de producción (industrialización) que incluye el eslabón de producción química, la creación de cátodos y celdas (que pueden producirse nacionalmente), para que finalmente se ensamblen en dispositivos de baterías, lo que constituiría una ventana al desarrollo del Perú.
Argentina, Chile y Bolivia forman “el triángulo del litio”, porque albergan las mayores reservas mundiales de este mineral hasta ahora. Pero, con las reservas que tiene el Perú en Puno, pasaríamos a ser parte del nuevo rectángulo del litio. Bolivia es el país con los mayores yacimientos del mundo, con 21 millones de toneladas probadas; le siguen Argentina y Chile con 19 y 9.8 millones respectivamente. El Perú cuenta aproximadamente con 4.7 millones de toneladas de carbonato de litio de alta pureza y de mayor valor, principalmente ubicados en Puno.
El litio de Perú en Puno se encuentra en roca para ser explotado en tajo abierto, distinto a los salares de Bolivia, Argentina y Chile, que demandan salmueras (mucho uso de agua para la extracción), lo cual da una ventaja comparativa al Perú (menor costo de producción y menor contaminación).
Respecto al desarrollo de la minería de litio en Perú, la empresa Macusani Yellowcake aún está en fase de exploración, y actualmente está elaborado su Estudio de Impacto Ambiental (EIA), que esperan se apruebe entre abril y junio de 2023; esperando, luego, comenzar la construcción de la mina en el primer trimestre del 2025, para iniciar la producción del metal a fines de ese año y aprovechar los precios.
Asimismo, la empresa Macusani Yellowcake manifiesta que llegará hasta la transformación del carbonato en grado batería. Para ello proyecta contar, en el país, con una refinería in situ, que les permitirá exportar este recurso.
Con relación a la soberanía y estrategia nacional de este mineral crítico, Bolivia y México consideran el litio como un mineral de utilidad pública, y lo han nacionalizado, mientras Chile y Argentina permiten la participación del sector privado. En Perú en julio de 2021, el Congreso de la República aprobó la Ley 31283, que declara de necesidad pública e interés nacional la explotación e industrialización del litio y sus derivados para garantizar su desarrollo sustentable por ser estratégico. La intención es que el Perú forme parte de la cadena de valor global del litio, tal como nuestros vecinos. El desarrollo del país no se va a lograr si seguimos exportando “en bruto”.
A manera de conclusión, es necesario que el Estado peruano diseñe una estrategia para la explotación sostenible del litio, con una visión nacional y latinoamericana, que sirva, ahora sí, como palanca de desarrollo y bienestar para los peruanos, y especialmente para los puneños, tan postergados y olvidados por generaciones.
Por ECO. José Linares Gallo