Existe una crisis energética global debido al aumento del consumo de los hidrocarburos, a pesar de que los países se han comprometido a reducir las energías provenientes del carbón, el gas y el petróleo; la reactivación económica tras los confinamientos de la pandemia incrementaron la demanda de energía, al punto que superó las reservas, lo que generó la subida de los precios.
Europa es el continente más afectado, el bajo nivel de aprovisionamiento y reservas de gas, ante el crudo invierno, provocó que el precio del gas aumente hasta 600%, hasta ahora, y el precio del petróleo ha llegado a 82 dólares el barril en el mundo; lo que impacta en la economía mundial, pues eleva el costo del transporte de personas y mercancías y los fletes internacionales, y con ello de todas las importaciones y de la producción local, incluyendo los alimentos, lo que tiene impacto directo en las economías populares.
Esto ha obligado a los países más contaminantes que, para disponer de energía, recurran a las fuentes más accesibles y baratas, como acelerar la producción de carbón; en EEUU se producirá 22% más que en el 2020; y en China se aceleró la producción de energía basada en carbón ante los apagones en sus provincias y el desabastecimiento para muchas empresas.
Esta coyuntura de altos precios de los hidrocarburos podría extenderse a todo el primer semestre del 2022. En este contexto, EEUU ha anunciado que liberará millones de barriles de petróleo de las reservas estratégicas, en coordinación con China, India, Corea del Sur, Japón y Reino Unido, para bajar los precios después de que la OPEP ignorara repetidamente los pedidos de más petróleo. El presidente Biden de EEUU ha dicho que “En poco tiempo el usuario debería ver caer el precio de la gasolina”, y que a largo plazo la dependencia del petróleo cambiará por la energía renovable.
Actualmente solo un tercio de la generación de energía mundial es renovable; sin embargo, este podría ser el escenario perfecto para apostar por las energías limpias como las solares y eólicas, entre otras, para encaminarse a la progresiva reducción de la contaminación y el cambio de la matriz energética.
En el Perú, solo el 5% de la producción eléctrica está compuesta por energías renovables, mientras que en Chile llegó al 25% en el 2021 y Colombia tiene previsto llegar al 15% el 2023. Para avanzar, Perú requiere darles prioridad a las políticas de transición energética, generando marcos regulatorios claros y concretos que las incentiven.
Perú tiene distintos recursos para explotar la energía hidroeléctrica, solar, eólica, y el hidrógeno verde (combustible), para garantizar el futuro suministro eléctrico sostenible y renovable; que permitiría el desarrollo de proyectos de energía renovable, descentralizar la producción energética y reducir la dependencia del diésel; con lo cual se apoya el cumplimiento de reducir la emisión de gases de efecto invernadero (carbono).
En el Perú se producen alrededor de 36 millones de barriles anuales de petróleo crudo, pero se importa el 56% del diésel que se utiliza en la industria y el transporte (el 2013 se importaba un tercio del total de combustible), y por ello el precio de los combustibles está influenciado por la volatilidad de los precios en el mercado internacional. A esto se suma el IGV del 18% y el Impuesto Selectivo al Consumo, que graba con 8% al combustible, lo que genera un sobrecosto a la actividad productiva del país.
Asimismo, Petroperú y Osinergmin, junto con la inversión privada, deben tener un rol relevante en el proceso de transición energética, y mientras, se debería aprovechar la reapertura de la explotación petrolera, que se desactivó por los bajos precios de los años pasados.
Hoy casi todos los aparatos domésticos e industriales, e inclusive el internet, requieren de electricidad, por lo que asegurar su acceso, inclusive en lugares donde no ha llegado la energía eléctrica, resulta fundamental, más ahora que se ha planteado la transformación productiva del Ande, que no se puede lograr sin energía que la haga funcionar.
Por ECO. José Linares Gallo