En la reciente celebración del Año Nuevo Chino, Juan Diego Flórez, uno de los mejores tenores del mundo, y Lucho Quequezana, innovador en la música andina y la fusión de sonidos, compartieron escenario con los reconocidos artistas chinos Zhou Shen y Niu Jiandan en la Spring Festival Gala, marcando un hito para la música peruana a nivel internacional. Por primera vez, dos destacados artistas peruanos fueron parte de esta prestigiosa gala, un reconocimiento que trasciende la música y se convierte en un puente entre dos tradiciones milenarias.
La cultura china, la más antigua con continuidad ininterrumpida en la historia, sigue viva y en constante evolución, dialogando con otras expresiones artísticas globales. En esta gala, se emplearon instrumentos ancestrales de ambas culturas, como la zampoña y el charango del Perú, y la flauta dizi y el suona de China, demostrando la riqueza cultural de ambos países.
La Spring Festival Gala, reconocida por el Récord Guinness como el programa de televisión con mayor audiencia en la historia, reunió este año a más de 1,000 millones de espectadores. Desde su primera emisión en 1983, este evento se ha convertido en un símbolo cultural de China y en una ventana para mostrar al mundo la diversidad de expresiones artísticas que hoy, por primera vez, incluyeron a la música peruana.
Sin embargo, estos intercambios culturales no solo representan un acercamiento artístico, sino que también tienen un fuerte componente económico y geopolítico. China, como principal socio comercial del Perú, impulsa iniciativas que no solo fortalecen los lazos culturales, sino que también buscan promover el desarrollo económico de ambos paises.
En este contexto, uno de los factores clave es la reducción en los tiempos de tránsito marítimo entre Asia y América del Sur, en 10 días, gracias a proyectos estratégicos como el Puerto de Chancay. Esta infraestructura no solo optimizará el comercio bilateral e internacional, sino que también consolidará al Perú como un punto neurálgico en las rutas comerciales globales, facilitando una integración más eficiente con el mercado asiático. A esto se sumará la próxima construcción del Tren Bioceánico, que conectará el Pacífico con el Atlántico partiendo del Perú, pasando por Bolivia para llegar a Brasil.
Para China, esta conectividad trasciende lo meramente económico. En sus discursos oficiales, se ha hecho referencia al Gran Camino Inca como un símbolo de la capacidad del Perú para integrar territorios y conectar civilizaciones. Así como en tiempos prehispánicos el Qhapaq Ñan permitió la expansión del comercio y la integración de diversas culturas a lo largo de los Andes, hoy el Perú es visto como un eje estratégico en la nueva red de intercambio mundial.
Esta perspectiva se enmarca en la política diplomática de China, que históricamente ha demostrado un profundo respeto por las culturas ancestrales de sus países aliados. En el caso del Perú, esta valoración se refleja en el reconocimiento del Qhapaq Ñan y de las civilizaciones inca y preincas, no solo por su conocimiento en planificación territorial y organización social, sino también por su legado en infraestructura aún existente, que dista mucho de las construcciones actuales.
Más allá del comercio, se abre un espacio de entendimiento mutuo donde la cultura, la educación y la cooperación serán clave para un futuro compartido. Es interesante notar cómo las civilizaciones china, inca y preinca desarrollaron, desde sus tradiciones, avanzados sistemas de organización y gestión del conocimiento.
Un antecedente clave en esta comparación es el quipu, sistema de nudos con el que los incas administraban su imperio. Su capacidad para procesar y almacenar información de manera descentralizada lo convierte en un precedente del código informático y la computadora. Hoy, el mundo digital y la inteligencia artificial representan una nueva era de transformación, donde China y Perú pueden converger en innovación y tecnología. En este contexto, cobra sentido la enseñanza del filósofo Confucio (500 a.C): “Oigo y olvido, veo y recuerdo, hago y aprendo”, recordándonos que el verdadero aprendizaje surge de la acción y la experimentación.
La relación cultural entre Perú y China se ha fortalecido desde la llegada de migrantes chinos en los siglos XIX y XX, influyendo en la gastronomía, economía y vida cotidiana. Esta presencia ha sido clave en la identidad peruana contemporánea, con empresarios chinos que han afianzado la conexión entre ambos países. Un ejemplo de este impacto es el libro «El otro lado azul: Empresarios chinos en Perú 1890-1930», de la destacada socióloga Wilma Derpich Gallo, que, entre textos y fotografías, documenta su papel en el desarrollo económico y social del país.