José Linares

Recientemente, el Centro de Desarrollo de la OCDE publicó el informe titulado “Rompiendo los círculos viciosos del empleo informal y el trabajo mal remunerado”, abordando la persistencia de las vulnerabilidades del trabajo informal y sus bajos ingresos.

Este informe insta a soluciones políticas que trasciendan la simple agenda de formalización y abracen el objetivo de la justicia social.

El empleo informal se define cuando la relación laboral no está sujeta a los derechos laborales locales, impuestos sobre la renta, seguridad social o beneficios laborales. Según la OCDE, aproximadamente 2 mil millones de trabajadores, representando cerca del 60% de la fuerza laboral mundial y el 90% en países de bajos ingresos, están actualmente inmersos en la informalidad.
Este tipo de trabajo se estructura en dos niveles.

En el nivel inferior, encontramos a trabajadores que ganan menos del 50% del ingreso promedio de su país, constituyendo la mayoría de la fuerza laboral informal global. En promedio, representan el 54% y hasta el 80% en algunos países. En contraste, existe un pequeño nivel superior con ingresos relativamente más altos, conformado por trabajadores más competentes y productivos. Sin embargo, los trabajadores informales de nivel inferior y sus familias tienen más probabilidades de caer en la pobreza y enfrentar dificultades relacionadas con la salud y la vejez.

Alrededor del 45% de los trabajadores informales en todo el mundo tienen solo educación primaria o menos, en comparación con solo el 7% de los trabajadores formales; esto coincide con lo que muchos especialistas dicen: que se requiere no menos de 11 años de escolaridad continua para evitar caer en pobreza; independientemente de la calidad de la educación en todos sus niveles.

En Latinoamérica, incluido Perú, la calidad de la educación es deficiente, por lo que gran parte de los estudiantes no entienden lo que leen, lo que escriben ni lo que escuchan, deficiencias que se aprecian frecuentemente en los resultados de las pruebas PISA de la OCDE.

Vale mencionar, que, además, los trabajadores informales se benefician menos de programas educativos y de habilidades ofrecidos a través de programas nacionales del mercado laboral.
En países con altas tasas de empleo informal, el problema no es solo la falta de empleos formales, sino también la dificultad para cubrirlos.

Esto se debe a que los empleos formales a menudo requieren habilidades que los trabajadores informales no poseen o no pueden demostrar. Este desequilibrio agrava el problema del desempleo, obstaculiza la productividad y frena el desarrollo socioeconómico, convirtiéndose en un obstáculo para las estrategias de los sectores público y privado.
La desventaja educativa de los niños provenientes de hogares informales también representa un obstáculo significativo. Estos jóvenes tienen más probabilidades de convertirse en “ninis” (ni trabajan ni estudian) y enfrentan transiciones más largas e inciertas de la escuela al trabajo.

En muchos países en desarrollo, la eliminación de barreras legales, financieras e institucionales es crucial para que los trabajadores informales accedan a la protección social y establezcan mecanismos de financiación justos y sostenibles. La información detallada sobre la heterogeneidad de los trabajadores informales y el contexto de sus hogares es esencial para mejorar la protección social y diseñar políticas de formalización informadas.

Por otro lado, en las economías en desarrollo y emergentes, donde la mayoría de los trabajadores son informales y rara vez reciben protección de ingresos cuando pierden su empleo (bonos por desempleo), pasar de la informalidad a la formalidad puede disminuir sus ingresos directos (por pagos de seguros y otros), dificultando los procesos de formalización en estos países.

A nivel mundial, las transiciones entre el empleo formal e informal son limitadas, con desafíos particulares en países como Perú, donde las comunidades no hispanohablantes también enfrentan informalidad debido a limitaciones en tecnología en sus lenguas originarias, lo que reduce significativamente su productividad; hecho que se agrava debido a que la mayor parte de esta población solo cuenta con educación primaria. Además, la falta de empleos formales contribuye a la perpetuación del ciclo intergeneracional del empleo informal.

En economías en desarrollo y emergentes, donde la mayoría de los trabajadores son informales y carecen de protección de ingresos, la informalidad y el trabajo mal remunerado requieren soluciones políticas que vayan más allá de la formalización y aborden el imperativo de justicia social. La falta de empleos formales disponibles es un obstáculo crucial, y es esencial que la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico creador de empleo ocupen un lugar central en la toma de las decisiones políticas al más alto nivel.

Por ECO. José Linares Gallo

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