Versión completa de la nota publicada por el Diario la República el día domingo 16 de agosto en la página 7.
Por Eco. José Linares Gallo
El Perú sólo invierte 0.15% de su PBI en actividades de I&D, uno de los niveles más bajos de América Latina y en general del mundo entero. Y respecto al denominado Coeficiente de Invención (que no son más que el número de patentes anuales por cada millón de habitantes), el Perú tiene el equivalente a 0.10 patentes por cada millón de habitantes mientras que Brasil tiene 5.6 patentes y Argentina 2.3
Paradójicamente esta tasa no se ha movido ni un ápice en estos años justamente cuando el Perú ha descollado internacionalmente por sus altas tasas de crecimiento económico. El director de ADEX por su parte ha revelado una alarmante caída en el ritmo de las exportaciones no tradicionales; es decir aquellas que requieren mayor conocimiento e inventiva pero que pagan con creces en empleo directo e indirecto.
Los corresponsables aparentes de ello serían la empresa y el Estado. El primero por mostrarse poco predispuesto a salir de su zona de confort y negarse a mostrarse más agresivo en sus políticas de creación de nuevos productos. Y el segundo por su desentendimiento en el tema ya que en términos generales se puede decir que no existen políticas públicas para promover la innovación en el país. La clase política nunca habla sobre ella como que si no tuvieran conciencia de ella o como si creyesen que la innovación es un resultado espontaneo del libre mercado.
Cuando se acuñó la vieja frase republicana de que el Perú sería una suerte de “mendigo sentado en un banco de oro”, su autor aludía obviamente a la enorme riqueza natural del país sub explotada en aquel entonces. Pero a esa vasta riqueza solo aludía el extremo final de la frase. El autor al referirse a “mendigo” en lugar de “pobre” aludía también a una actitud nacional mendigante.
Mendigo, por supuesto, tiene más de una acepción de manera que la forma como la entendamos (interpretemos) en el contexto de esta frase nos da una pista de nuestra propia auto percepción sobre nuestra peruanidad. Mendigo puede ser un sustantivo pero también un adjetivo. El que ruega por una cita, un empleo, un ascenso y hasta por un amor no correspondido, por ejemplo, revela un rasgo de su personalidad.
Ya en el terreno productivo la frase bien podría aludir a nuestra ignorancia de como explotar nuestros recursos o en un sentido mucho más crítico podría ser una condena a nuestra actitud de quietismo o conformismo y por lo tanto una demanda a la acción. Sea como fuere, la fuerte penetración de la inversión extranjera en el mundo y particularmente en nuestro país habría dejado en aparente desuso a la frase ya que en los tiempos actuales no sería muy necesario tener conocimiento ni tecnología para explotar nuestros recursos. El “mendigo”, donde quiera que éste, puede ahora convocar a licitación internacional.
Sin embargo esto no resuelve nuestro quietismo creador. Por el contrario podría hasta agudizarlo. Los economistas cuando aluden al “mal holandés”, por ejemplo, hacen referencia a los impactos negativos de altas y repentinas rentas debidas principalmente a exportaciones de materia prima. Aluden a muchos aspectos. Entre ellos a la imposición de un sesgo en la estructura productiva. Los sociólogos y politólogos por su parte exploran los emergentes modelos de clientelismo político del cual Maduro en Venezuela es icónico ejemplo.
Entre los economistas, por su parte, hay quienes sueñan que el Perú se parezca a Canadá, Australia y Finlandia que, como se sabe, son exportadores de minerales, madera y otros recursos naturales, pero se olvidan de que estos países han puesto, hace mucho tiempo ya, “las barbas en remojo” invirtiendo para “el tiempo de las vacas flacas” es decir cuando estos recursos no renovables se agoten o sean reemplazados por nuevas tecnologías. Así Australia destina para Innovación y Desarrollo el 2,2% de su PBI, Canadá el 2.0% de su PBI, y Finlandia el 3.5%
Siendo así, los responsables de este quietismo que ahora se refleja en el decaimiento de nuestras exportaciones no tradicionales, somos todos: el mundo académico por preferir ofrecer las rentables carreras de tiza, verbo y pizarrón, los egresados de la educación básica que ponderan la abogacía en razón de 8 a 1 respecto a la ingeniería y por supuesto el Estado que no piensa en los difíciles tiempos de vacas flacas que se avecinan.