Hoy es urgente declarar en emergencia la educación en el Perú. Recordemos que, en agosto de 2021, el gobierno anterior declaró en emergencia el Sistema Educativo Peruano por los efectos negativos del brote de la covid–19. No obstante haber vuelto a la presencialidad, los problemas en estos últimos 18 meses se han ahondado.
Según Ipsos, el 58% de la población opina que la educación es de mala calidad y solo 12% la considera buena, tanto la pública como la privada. El 66% de los encuestados piensa que la mala calidad de la educación se debe a la deficiente capacitación de los docentes, mientras que más del 30% considera que es por falta de tecnología. Una evaluación realizada por el Minedu en el 2017 indicó que solo el 10% de los docentes tenía capacidades digitales.
Hace pocos días, el ministro de Educación, Óscar Becerra (quien, al parecer, recientemente, quiso decir que las mujeres se convierten en fieras para defender a sus hijos), planteaba declarar en emergencia la educación nacional, principalmente porque existen un total de 1,041 colegios que no cuentan con las condiciones estructurales mínimas para brindar seguridad a los estudiantes.
Indudablemente esto se agrava si se tiene en cuenta que vivimos en un país sísmico y que se prevé un sismo de gran magnitud para Lima y Callao, que cuentan con suelos más vulnerables que Ica. Lo que es más que suficiente para declarar, de inmediato, la emergencia educativa. Además, los servicios higiénicos de muchos colegios son precarios, lo que empeora por la falta de agua.
También se debería considerar que el inicio del año escolar sea diferenciado en la Costa, la Sierra y la Selva, debido a que el calentamiento global ha modificado las temporadas de lluvias y huaicos, y el inicio del verano en la costa, lo que viene generando desbordes de ríos e intensas lluvias en gran parte de la costa del Perú.
Según el Minedu, la brecha en infraestructura educativa es de más 152 mil millones de soles y le tomaría al país unos 10 años el tener colegios óptimos.
El presupuesto asignado al Ministerio de Educación para el 2023 es de 11,156 millones de soles, 15% más que en el 2022; aún insuficiente. Perú invierte 1,200 dólares por estudiante al año, mientras que Chile 3,000 dólares y Colombia 2,400 dólares.
En el 2021 un aproximado de 2,000 niños abandonaron la escuela y unos 500,000 (UNICEF) pasaron de la educación privada a la pública. Lo que ha saturado el sistema nacional, perjudicando aún más la calidad de la educación para los estudiantes.
Para solucionar este problema, sería necesario generar un bono de 200 soles mensuales (hasta que los alumnos terminen la educación básica), para que los padres, voluntariamente, en especial quienes ya estaban acostumbrados a pagar pensiones, puedan tener financiada cerca de un 50% de la pensión de colegios privados. Esto sin dejar de incrementar plazas para alumnos y docentes en la educación pública.
También se debe considerar que, dado que nuestros niños son todos nativos digitales, resulta urgente expandir la señal de internet a escala nacional, con aulas virtuales interactivas, que permitan reducir la brecha digital histórica, que afecta principalmente a las zonas rurales.
Es necesario cumplir con el principio universal de que los niños y jóvenes tienen derecho a educarse en su lengua materna y tener acceso a tecnología, economía y emprendimiento en su lengua nativa y español, a través de la educación bilingüe para las poblaciones quechua (4.5 millones), aimara (500 mil), shipibo (33 mil) y de otras lenguas (con menor población); así se generará productividad en sus actividades y se evitará caer en pobreza extrema.
Para esto es necesario impulsar una educación nacional híbrida (presencial y a distancia), que permita aumentar las horas de educación con materiales didácticos-tecnológicos, que aseguren fortalecer las competencias de los estudiantes, en donde se encuentren. Más aún cuando no se realizó la recuperación escolar prevista para el año 2022.
En cuanto a la estrategia de aprendizaje, el principal problema son las prácticas memorísticas que hacen que gran parte de los estudiantes solo vean, escuchen y transcriban lo que dice el docente en el aula, sin generar un proceso crítico, en lugar de explorar, investigar y solucionar problemas, mientras se practican valores trabajando en equipo, en ambientes de respeto mutuo utilizando materiales de construcción y programación (hoy extensión de la escritura).
Necesitamos que los niños y jóvenes, al terminar secundaria, entiendan lo que leen, lo que escriben y lo que escuchan en sus diferentes lenguas, y que tengan activadas sus inteligencias múltiples como: la lingüístico-verbal, la lógica-matemática, la espacial, la corporal y la interpersonal.
Por ECO. José Linares Gallo