Han pasado 21 años desde que el grupo poblacional de jóvenes que no trabajan ni estudian
comenzaron a ser tratados en diversas partes del mundo como una categoría de población
vulnerable y por lo tanto como grupo susceptible de ser estudiado y atendido por políticas
públicas específicas y diferenciadas. Tanto de corte social como de tipo educativo.
Este grupo poblacional que en América Latina se lo conoce como NI-NI (ni estudia, ni trabaja) es
equivalente al grupo que entre países angloparlantes es conocido con el término NEET (Not in
Education, Employment or Training)
Este último término, según Balarezo-López (2019)
1 habría sido introducido por primera vez en la
publicación oficial: Bridging the Gap, reporte hecho en 1999 por la Unidad de Exclusión Social de
Inglaterra creada y adjunta a la Oficina del Primer Ministro desde 1997.
El término habría sido incluido para diferenciarlo del término “estatus cero” introducido desde
1994 por los investigadores ingleses para referirse al grupo de jóvenes entre 16 y 18 años que no
estudiaban, ni trabajaban, ni estaban en capacitación laboral y que con el correr del tiempo habría
devenido impopular y hasta estigmatizado por gran parte de la opinión pública según afirma
Balarezo-López (2019).
Otro notable consenso sobre los albores del NEET es que la expansión global de este concepto fue
hecha desde el Reino Unido al resto del planeta y habría empezado a partir de 1999 y no en la
década de los ochentas como erróneamente precisa el reciente reporte de un organismo público
peruano cuya, en cambio, valiosa data construida en base al Censo 2017 analizaremos en este
documento.
Que el concepto NEET se haya esparcido rápidamente por el mundo tiene que ver con el hecho
que incluía una información que era particularmente grave y bochornosa en un país desarrollado y
considerado además como culto: 160 mil jóvenes entre 16 y 18 años caían, anualmente, en
situación simultánea de inactividad educativa y laboral, informaba el reporte de marras.
2
Para el 2002 ya habían suficientes estudios como para que Bob Coles y su equipo de investigación
en Reino Unido
3 ensayara una primera y sistemática revisión de la literatura focalizándose
específicamente en los costos y consecuencias de esta exclusión del mundo educativo y laboral
que sufre un importante número de jóvenes.
Los reportes y estudios sucesivos comenzaron a enfatizar que algunas de las consecuencias
esperadas de esta exclusión (o autoexclusión, como sugieren algunos autores) era el
agrietamiento del tejido social como efecto del bajo sentido de pertenencia social que tendrían
estos jóvenes, surgimiento de costosas políticas de asistencia social, crecimiento de la
drogadicción e incremento de la delincuencia juvenil.
Székely, Miguel (2011) fue uno de los primeros que se animó en predecir que este fenómeno
afectaría la estabilidad política de América Latina en su publicación “Jóvenes que ni estudian ni
trabajan: un riesgo para la cohesión social en América Latina”. Expresado en sus propias palabras:
“Existe un problema emergente en los países de América Latina, que, de no atenderse
en el corto plazo, puede convertirse en un riesgo para la cohesión social, la seguridad y
la democracia de la región en los siguientes años” (Székely, Miguel: 2011)
A la fecha actual los estudios se han diversificado y extendido por todo el mundo. En el Perú el
interés por el tema es aún incipiente. El primer informe INEI (2018) sobre la condición Ni-Ni
analiza a la población juvenil en el intervalo de edad 14-19 años de edad y no en el intervalo de 15
a 29 que es el lapso que comprenden las políticas oficiales a favor de la juventud peruana.
Esto en razón que 14 años es la edad mínima para prestación laboral, según la ley peruana y que
19 años es la edad que se considera umbral para haber concluido la educación. Pero, además, el
INEI considera que este grupo etario, no sin razón, es el grupo de mayor riesgo; pero además es el
grupo más fácilmente identificable y re-incorporable mediante una acción correctiva de política
pública.
Los Ni-Ni de 14-19 serían, según expresa el INEI, “proclives a estar inmersos en algún tipo de
situación irregular, haber adoptado conductas antisociales o en algunos casos, estar atravesando
por episodios de desaliento o depresión.” Con ello el INEI sugiere, aunque no lo dice
explícitamente, que es éste el grupo etario de mayor urgencia o prioridad de intervención.
En el censo del 2017 fueron empadronados por el INEI un total de 2 millones 923 mil 478
adolescentes de 14 a 19 años de edad. De ellos 440 mil 591, es decir el 15.1% de este grupo etario,
mostraron, según el INEI, estar en condición NI-NI.
Aunque en términos gruesos el 70% de este segmento de población Ni-Ni se concentra en el sector
urbano (como consecuencia de la mayor densidad poblacional en las ciudades), el efecto más
adverso es afrontado por la población rural.
En efecto, tal como se puede ver en la Tabla 1, la situación se muestra menos grave en el sector
urbano, donde los Ni-Ni representan el 13.5% de la población citadina; mientras que en el sector
rural son el equivalente al 20.5% de la población en el campo.
En términos de género también hay una visible brecha desfavorable al grupo femenino. Así, a nivel
nacional el Censo 2017 registra que el 18% de adolescentes mujeres están en condición Ni-Ni
mientras que en el caso de los hombres llega a 12.2%.
Nótese además que el porcentaje de población masculina Ni-Ni en el sector rural fue de 13.8%; no
muy lejano del porcentaje registrado por el sector urbano que fue de 11.7%; en cambio sí –
acentuadamente lejos – del sector femenino rural que llega a un alto nivel porcentual de 27.6% de
exclusión educativa y laboral.
No es difícil suponer cual es la razón de estas brechas de equidad y principalmente en el caso de la
brecha de género que luce sumamente agravada en el sector rural. Los indicadores de embarazos
en adolescentes es clave para entender estas diferencias. Pero también la arraigada costumbre
que hace que la tarea de cuidar a los hijos recaiga en las mujeres.
Franco & Ñopo (2018)
4 en una investigación preliminar sobre el trabajo juvenil hallaron que la
población que no trabaja ni estudia se presenta de forma más agravada entre mujeres. A
diferencia del trabajo del INEI (2018) este estudio auspiciado por GRADE comprende a jóvenes de
15 a 24 años.
En efecto, para el año 2016 el porcentaje de mujeres de 15 a 24 años que no tenía trabajo ni
estudiaba fue del 29%, mientras que para el caso de los varones fue de 13%. Los investigadores de
GRADE asumen que esta diferencia estaría explicada principalmente por el embarazo entre
jóvenes y el hecho que el cuidado de los hijos recae por lo general en el segmento femenino.
Esto de alguna forma ya estaba sugerido por el trabajo de Lucila Berniell y su equipo (2016)
5
realizado en 8 países bajo el auspicio de la CAF. En él se muestra una reducción notable de la
probabilidad de asistir al colegio atribuible al embarazo temprano en jóvenes de 15 a 19 años de
edad. La reducción de esta probabilidad osciló entre 10 y 40% siendo nuestro país uno de los tres
donde se registró mayor (auto) marginación laboral y educativa.
Consistentemente, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar – ENDES del 2019 publicada
este año por el INEI, del total de adolescentes encuestadas de 15 a 19 años de edad, el 12,6% ya
estuvo alguna vez embarazada; es decir o ya son madres o están embarazadas por vez primera. El
dato proporcionado por INEI (2020)
6
se refiere al período 2017-2018. Al comparar esta tasa con
años precedentes nos damos cuenta que es similar a la del período 2004-2006 y a la del 2011. Pero
además es una tasa superior a la registrada en 1991-92 que fue de 11.4%. Es decir, la tasa ha
sentado buenos reales en el Perú a despecho de las políticas de salud reproductiva ejecutadas en
las últimas tres décadas. ¿Estamos ante una evidencia más de un Estado fallido?
No es por supuesto el único factor que explicaría la situación Ni-Ni. Por ejemplo, Simmons,
Thompson & Russell (2014)
7 en un estudio orientado a conocer las características de la
marginalización laboral y educativa de los Ni-Ni en la era post industrial en Gran Bretaña encontró
que son nueve los factores que explican el surgimiento de este grupo poblacional (ver gráfico 3).
Por supuesto que en este estudio Simmons y su equipo encuentran que por igual la condición de
embarazo o de ser madre de por lo menos un hijo, es el principal factor que explica (en este caso
las mujeres) caer en situación Ni-Ni.
Existen dos factores negativos que por igual se identificaron como los más gravitantes entre los
jóvenes que formaron parte de este estudio. Estos dos factores estrechamente ligados con la
formación de capital humano son: 1) la falta de experiencia laboral y 2) la falta de conocimientos o
habilidades, es decir los participantes en este estudio argumentan estar en condición Ni-Ni debido
al bajo perfil de empleabilidad que tendrían frente a las condiciones del mercado laboral
preexistente.
Fuente: Simmons, Thompson & Russell (2014) Education, work and social change. Young people and marginalization in
post-industrial Britain
La baja confianza (entendida como asertividad) es uno de los factores menores que explican la
condición Ni-Ni y se agrava ligeramente en el caso femenino. Por igual la externalidad negativa
constituida por el entorno del lugar donde se vive (carencia de redes sociales en los barrios pobres
o influencias negativas) es otro de los factores menores que en este caso afecta más a hombres
que mujeres.
La responsabilidad del cuidado de algún familiar aun cuando se menciona en casi todos los
estudios que analizan el fenómeno Ni-Ni es un factor menor que seguramente podría variar en
países como el nuestro donde hay poca cobertura de atención a ancianos y enfermos por parte del
sistema público y privado.
Al leer los datos proporcionados por Franco & Ñopo (2018) la tasa de jóvenes Ni-Ni en los sectores
más ricos y pobres durante los años los años 2005 y 2006 lució inusualmente similar, cayendo por
igual un punto porcentual desde 17% a 16%. La tendencia decreciente, sin embargo, se mantuvo
solo para el quintil más rico bajando cinco puntos porcentuales durante el período 2007-2014 para
llegar hasta menos de 11%.
El quintil más pobre en cambió subió para recolocarse nuevamente en una tasa de 17%
pudiéndose afirmar entonces que solo el capital humano acumulado previamente por el sector
más rico de nuestra sociedad tuvo la capacidad suficiente para aprovechar el significativo
crecimiento de la economía peruana registrado durante tal período. El hecho que durante este
período de bonanza económica se registrara por igual una mejoría en las tasas de pobreza y no así
en los Ni-NI permite concluir, por lo menos preliminarmente, que este sector poblacional es de
alta vulnerabilidad.