José Linares

3

Por: José Linares Gallo

Soy economista y  he dedicado gran parte de mi vida a la educación y la tecnología. Para mí resulta muy clara la íntima conexión que existe entre estos tres campos. En términos generales se puede asegurar que el desarrollo no es posible si un país, previamente, no ha realizado una mínima acumulación tecnológica. Y esta acumulación solo sobreviene si el país ha hecho las suficientes y pertinentes acumulaciones en su “capital humano” y “capital social”. Lo que en última instancia nos lleva, inevitablemente, al campo educativo. Esta es la razón por la que no comparto aquella frase llena de pesimismo que sugiere “que todo tiempo pasado fue mejor”.

Data from World Bank

Como cualquier padre de familia tengo mis preocupaciones respecto a los riesgos de internet, pero también me declaro un defensor a ultranza de la tecnología. Entre las personas que son consciente o inconscientemente refractarias a la tecnología hay de todo. Desde humanistas respetables —aunque tal vez algo trasnochados, hasta pesimistas profesionales. Desde ecologistas sinceros, hasta personas afanosas de agitar cualquier bandera. Desde románticos nostálgicos, hasta profesionales desfasados.

 

1

 

Todos ellos olvidan que la tecnología es neutra y que el signo —positivo o negativo de ella–, lo pone cada individuo, grupo humano o Nación. De hecho desde los albores de la humanidad la tecnología lítica sirvió como arpón para la pesca de subsistencia o como arma de guerra. Y hoy ante las energías contaminantes como el petróleo, el planeta tiene la alternativa de recurrir a diversas fuentes alternativas propiciadas también por la tecnología.

 

    3    

Es común ver que personas maduras o de la tercera edad se opongan a la tecnología o que, por lo menos la sientan sumamente invasiva en sus espacios de vida. Y aunque en su momento se deslumbraron con la tecnología moderna de sus respectivos tiempos (pequeños radios portátiles, etc.), ahora parecen aborrecerla. Incluyo entre aquellos —lamentablemente a muchos decisores de nuestras políticas educativas que solo ven de soslayo o de manera marginal o cosmética el aspecto tecnológico en la educación. Ello explica que hasta ahora el país no vire hacia reformas curriculares donde la tecnología tenga el mismo lugar que tiene en la vida real.

Data from World Bank

 

Conforme la edad nos tiñe más de blanco el cabello, pareciera que la capacidad de admirarnos de lo nuevo es cada vez menor. Y más tarde, en algún momento, la brecha es tan grande que nos sentimos excluidos del mundo moderno. Salvo que tengamos la mano amiga de nuestros hijos o nietos, entonces ya estamos listos para comenzar a aborrecer lo contemporáneo. La vejez es entonces —y ante todo– un alejamiento voluntario de lo moderno. Nos volvemos entonces reactivos al cambio. Nos resistimos así a admitir, por ejemplo, que la humanidad —gracias al descubrimiento científico-tecnológico, está cada vez más capacitada para un nuevo orden social: mucho más inclusivo donde, para empezar, la educación llegue a todos e incluso para quienes que viven en los lugares más recónditos del planeta.

En cambio quienes prefieren el presente y el futuro reconocen, en cambio, los gestos diarios de altruismo individual y corporativo de las personas e instituciones que comparten gratuitamente sus contenidos, previa y laboriosamente obtenidos. La biblioteca privada de una costosa universidad particular, en este sentido, ya no es la que pone las odiosas diferencias del acceso al conocimiento.

De esta manera titularse o doctorarse con una tesis que “valga la pena” no requiere, en exclusiva, pertenecer a una comunidad académica con una cimentada línea de investigación o con la presencia de suertes de Gurús que en los países como el nuestro suelen ser en realidad “tuertos” en “tierra de ciegos”. Los repositorios gratuitos con disertaciones doctorales y las clases digitalizadas de centros académicos de todo el mundo están solo a la espera de quien esté lo suficientemente. Y como consecuencia de ello, me atrevo a predecir que el próximo censo universitario que se haga en el Perú informará sobre el decrecimiento de la enorme brecha que ahora existe entre egresados y los que logran titularse.

Data from World Bank

Con el ascenso de la tecnología (a diferencia de la economía), todo aquel que realmente quiere y se interesa “se moja”. No se trata de un “goteo” para los pobres y de un “chorreo” para los ricos. Sin embargo, es cierto que el máximo aprovechamiento de la red exige conocer el inglés. Sin este idioma, poco o nada sirve estar en Internet. Y esa fue la razón por la que desde este mismo Blog comentó, elogiosamente y sin cortapisas,  que el inglés se ponga a la mano de todos nuestros alumnos.

Antes que la tecnología invente el idioma Braille, era improbable que un ciego pudiera a aspirar a educarse. Y ahora, muy a tono de una Era Digital de Naturaleza Inclusiva, la humanidad ya se inventó el NVDA el cual es un lector de pantalla para 43 idiomas que se encuentra de libre disponibilidad en la dirección  http://www.nvaccess.org/

La tecnología ha ido a un paso más adelante y complementariamente ha creado la Impresora Braille Digital, un invento que tiende a abaratarse y hacerse accesible. Un fenómeno que es —por supuesto, generalizado y recurrente en la tecnología. Y al igual que como el celular es una reinvención de la radio, la impresora digital recurre igualmente al hecho que el sistema Braille es un sistema de numeración binario que precedió a la informática.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *