José Linares

La evolución de la calidad de vida y bienestar de la población peruana se ha deteriorado, aumentando la pobreza y la vulnerabilidad monetaria; la pobreza total llegó a 27.5% de la población en el 2022 (ENAHO-INEI), marcando un retroceso de una década (25.8% en 2012), y abarcando a 9’184,000 personas, de las cuales 1’673,000 se encuentran en extrema pobreza (5% de la población).

La pobreza monetaria afectó al 41.1% de la población nacional y al 24.1% del área urbana, la que registró una mayor alza de 9.5% de pobreza respecto al 2019, debido a los bajos ingresos de las familias y la persistente inflación.

Adicionalmente, y como consecuencia de la alta inflación y débil crecimiento post pandemia, el INEI determina que existen cerca de 10 millones 795,00 peruanos (32% de la población) que son vulnerables y están en riesgo de caer en pobreza en cualquier momento, por pérdida del trabajo, enfermedad y otros. Podríamos estar llegando a los 20 millones de pobres, con lo cual 2 de cada 3 peruanos serían pobres.

Por otro lado, la desnutrición crónica de los niños menores de 5 años se mantiene en 12%, mientras los niveles de anemia aumentaron de 38% en 2021 a 42% en 2022 (ENDES-INEI), comprometiendo, seriamente, la nutrición en los primeros años de vida de los niños, lo que afectará, significativamente, sus trayectorias educativas y laborales.

En el 2022, más del 60% de los niños de segundo de primaria no tienen niveles satisfactorios de comprensión lectora, y casi el 90% para el caso de razonamiento matemático. Mientras, en segundo de media las cifras son de 80% para comprensión lectora y de 90% para razonamiento matemático (EM-MINEDU).

Según la ENAHO, la caída de los ingresos reales per cápita en el 2022 a nivel nacional fue de 9.2%: el gasto per cápita del hogar (S/. 753) se mantenía por debajo del nivel de 2019 (S/. 843), y esta situación se agravó por el mayor incremento general de los precios (8.5%) y la mayor inflación en alimentos y energía (12.6%, importado) del 2022, que redujo la capacidad adquisitiva de las familias y provocó un mayor deterioro social. Se estima que el nivel de inflación se estabilizaría recién en el 2024. El BCR espera un retorno al rango meta a fines de 2023 (3%).
El BCR proyecta que seguiremos creciendo a tasas bajas como el año pasado. Si en el 2022 el avance fue de 2.7%, para este año el BCR espera una cifra de 2.6%; considerando un rebote inmediato del PBI para fines de año, estimando que el crecimiento del 4to trimestre sería de 4%.

Mientras el MEF en su reciente “Informe de Actualización de Proyecciones Macroeconómicas” (fines de abril) reduce el crecimiento del PBI de 3.0% a 2.5% para el 2023, cifrando sus esperanzas de recuperación con una mayor ejecución de la inversión pública, así como la minería y el turismo. Sin embargo, las obras públicas de los gobiernos locales se redujeron en 30.5%; y los daños estimados por las lluvias están entre S/ 14.2 y S/21.7 mil millones, sin embargo el Gobierno sólo ha destinado S/ 4 mil millones.

El Fondo Monetario Internacional, recientemente manifestó que el PBI del Perú crecería este año sólo 2.2%; y que el principal problema macroeconómico sigue siendo la inflación, que aún tiene riesgos alcistas.
La inversión extranjera directa cayó 50% en el primer trimestre, las empresas extranjeras prefirieron repartir utilidades y no invertir. Si la inversión privada sigue en negativo va a ser difícil lograr el crecimiento de 2.5% del PBI.

Con tasas de crecimiento del PBI tan bajas, el ritmo de avance del empleo formal seguirá desacelerándose y persistirán los niveles de subempleo e informalidad y, con menores ingresos familiares, la vulnerabilidad de la población aumentará, afectando particularmente a los niños en situación de desnutrición crónica y con anemia, lo que impactará directamente en el desarrollo futuro del país.

Se debe considerar que los desafíos del Perú para este año son: reducir la alta inflación, evitar la subejecución del presupuesto público, mejorar la fortaleza financiera, y apoyar el crecimiento inclusivo y sostenible, particularmente con los programas de educación y apoyo a la infancia, ambos en emergencia.

Por ECO. José Linares Gallo

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