José Linares Gallo

Cuando se habla de potencias mundiales, la imaginación suele llevarnos hacia Estados Unidos, China o Alemania. Pero la arquitecta chilena Francisca Prat nos propone mirar con otros ojos al Perú, un país que, pese a las adversidades, respira juventud, innovación y fuerza productiva. Perú tiene todo para convertirse en una potencia regional, pero esa posibilidad no puede seguir dependiendo del azar ni de las exportaciones tradicionales. Debe construirse desde la planificación, el conocimiento técnico, la articulación del Estado con la sociedad y la mejora de la calidad de la educación.

Nuestra historia está llena de oportunidades mal aprovechadas. El guano, el salitre, el caucho: riquezas que vinieron fácil, sin mediar una política nacional de largo plazo. Hoy la historia podría repetirse con el cobre y el litio, dos recursos estratégicos en el mundo que avanza hacia la electromovilidad y las energías limpias. Perú posee algunas de las mayores reservas de estos minerales, pero seguimos dependiendo en un 80% del petróleo importado. ¿Cómo puede sostenerse ese contrasentido?

Es hora de utilizar de manera estratégica la Refinería de Talara, modernizada recientemente, para producir combustibles más limpios y de alto octanaje destinados tanto al consumo local como a la exportación. El cobre y el litio son el nuevo petróleo, y no podemos dejar que nuevamente los intereses privados, ni externos, definan nuestro rumbo. Se requiere un Estado que planifique, regule y promueva la industrialización con visión soberana.

Además, para aspirar al desarrollo, todo país necesita tener una educación de calidad acorde a la era en que vivimos. En el Perú, seguimos adquiriendo materiales didácticos desconectados de la era digital: lupas, bingos, tangram, trompos, como si el mundo no hubiera cambiado. Necesitamos una alfabetización tecnodigital real y urgente, sobre todo en comunidades donde se hablan lenguas originarias y aún no existen palabras para los conceptos básicos de la tecnología. El quechua actualizado tecnológicamente, permite estudiar y trabajar con ciencia y tecnología digital desde nuestras propias raíces culturales, incrementando significativamente su productividad.

La educación ya no puede pensarse sin tecnología. Por ello, el ministro de Educación debe ser un experto en estos temas. En las últimas décadas, solo dos ingenieros asumieron esa cartera, Domingo Palermo (1996) y Antonio Chang (2008), quienes se propusieron integrar la digitalización con educación desde primaria. Frente a problemas tan estructurales y complejos, no podemos seguir improvisando. Durante las campañas presidenciales, deberíamos exigir a los candidatos que nombren desde el inicio a sus futuros ministros, en especial aquellos de Educación, Salud, Transporte y Economía, y que estos tengan las credenciales técnicas y profesionales necesarias para liderar el cambio.

También tenemos una gran ventaja demográfica. Más del 50% de la población en Perú tiene menos de 35 años. Pero una gran parte de esa juventud está atrapada en una doble trampa: una educación deficiente y una mala nutrición. Tenemos 44% de anemia infantil y un porcentaje aún alto de desnutrición en menores de 3 años. ¿Qué futuro pueden construir niños y jóvenes que no reciben lo básico?

El Estado debería establecer una alianza con empresas con trayectoria mundial en nutrición, como Nestlé, para asegurar la calidad de la alimentación escolar, pero con condiciones: que se use materia prima nacional. Nuestros cereales andinos son más sanos y nutritivos que el trigo importado, del cual dependemos también en un 80%.

Además, hay una gran población de jóvenes en condición de NINIS —ni estudian ni trabajan—, que no encuentra oportunidades. La política pública debe enfocarse en generar itinerarios formativos flexibles, vinculados a la productividad y el emprendimiento, y pensados desde una realidad digital y descentralizada.

En salud, aunque el SIS ha ampliado la cobertura, el sistema sigue mostrando deficiencias graves: falta de medicinas, demoras en citas y fragmentación institucional. SIS y EsSalud operan por separado, generando duplicidades y vacíos. Es urgente avanzar hacia un sistema unificado que permita compartir recursos y brindar atención primaria cercana al territorio, con uso eficiente de tecnología.

Finalmente, es inevitable hablar del aparato público. Si no se moderniza, si no se digitaliza, si no se limpia de la corrupción y la ineficiencia que lo carcome, todo intento de transformación quedará corto. El Estado debe ser el gran articulador, no un obstáculo.

Perú tiene lo que necesita: recursos, juventud, diversidad, cultura ancestral y ubicación estratégica. Pero como advierte la advierte la arquitecta Prat, nada se construye sin visión. Hoy vemos avances como el Puerto de Chancay, trenes, aeropuertos y talento que exporta innovación. El desafío es convertir esos logros dispersos en un proyecto nacional. No basta con crecer; se trata de construir un futuro justo, sostenible y seguro.

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